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Economía

Obras magnas no significan más inversión en infraestructura

06-06-2024, 4:00:00 PM Por:
Tren Maya
© Gobierno de México

Pese a que en este sexenio se dejarán tres obras grandes, el gasto total de infraestructura será el menor desde Vicente Fox.

En este siglo 21 los presidentes que han gobernado en México han tomado la moda de hacer obras magnas. El argumento es el impulso al desarrollo del país, pero también se esconde detrás el objetivo de perpetuar su gestión en una obra que trascienda el tiempo.

Justamente la pregunta es si de verdad esas obras magnas han generado el desarrollo e impulso económico prometido, qué tan benéficas son para la sociedad y también de manera especial, ¿cuánto nos han costado a los mexicanos?

Las cifras finales aún no las tenemos, pero lo que sí sabemos es que no se habrá gastado lo necesario en la infraestructura que el país necesita.

Gasto en inversión pública a la baja

El gasto en inversión pública se ha deteriorado sexenio con sexenio desde hace varios periodos, con todo y la construcción de obras emblemáticas, que hasta ahora no han demostrado que sean factor de desarrollo nacional.

De acuerdo con la organización México Evalúa, con base en el análisis de los ejercicios presupuestales de cada sexenio, este gobierno que finaliza en septiembre próximo cerrará con el menor gasto de inversión pública acumulada desde el sexenio de Vicente Fox, pese al despliegue de gasto que realizó, especialmente en obras magnas.

Según las cifras, entre 2018 y 2024 se tendría un acumulado de 5.4 billones de pesos en inversión pública, lo que representa 17.2 por ciento menos a lo registrado en el sexenio de Enrique Peña Nieto y 11.2 por ciento menos que en el mandato de Felipe Calderón.

La inversión total en este sexenio representará 16.1 por ciento del PIB, porcentaje que también se ubica como el más bajo desde la presidencia de Vicente Fox.

En el sexenio de Vicente Fox también se registró un retroceso de 9.87 por ciento en la inversión pública respecto al periodo previo a cargo de Ernesto Zedillo Ponce de León.

El Siglo XX, atraso en infraestructura

Quizás haya algo de razón en señalar que este siglo México necesitaba de la construcción de infraestructura, ya que el siglo pasado, a pesar de que se presumió mucho el impulso en este sector, sobre todo en el último cuarto, en realidad el país se mantuvo atrasado, especialmente dividido entre dos regiones: del centro hacia arriba con un desarrollo más o menos relevante, mientras que del centro hacia abajo con un atraso notorio.

Con Luis Echeverría Álvarez prácticamente no se realizó obra magna alguna. En la presidencia de José López Portillo, tampoco hubo grandes obras y las realizadas no correspondieron con el desarrollo económico del país, puros “elefantes blancos”. Con Miguel de la Madrid Hurtado, el sexenio más bien fue de destrucción de infraestructura por causas naturales, debido a los terremotos de 1985, que colapsaron el gran centro poblacional de México, la capital.

Carlos Salinas de Gortari no hizo obras magnas relevantes, su legado fue el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Con Ernesto Zedillo Ponce de León la mayor crisis económica del país en la era moderna, lo que impidió la creación de infraestructura, aunque es el último sexenio de crecimiento económico promedio superior al 2.5%, con todo y la gran devaluación del peso.

Dos fallidos aeropuertos en el Siglo XXI

Llegó la presidencia de Vicente Fox, con su promesa de crecimiento del PIB arriba del 5%, pero no se creó ninguna obra magna y la que se quiso construir terminó en un sonado fracaso y por poco en una revuelta social: el Aeropuerto de Texcoco.

Con Felipe Calderón Hinojosa se inició la construcción de una refinería, que no se concluyó, además de un monumento por el Bicentenario de la independencia del país; ambas fueron obras que, en los hechos, no aportaron nada al desarrollo de México.

En el caso de Enrique Peña Nieto, durante su mandato se inició la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), que fue cancelado por el gobierno actual, esta obra magna no solamente se canceló, sino aparte dejó un gran endeudamiento para las finanzas nacionales que se ha llegado a calcular hasta en 300 mil millones de pesos.

En el actual sexenio se llevaron a cabo tres obras magnas: El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, la Refinería Dos Bocas en Tabasco, y el Tren Maya.

El gobierno todavía no ha concluido y es prematuro saber si funcionará, pero lo que distingue a estas obras es la opacidad y poca transparencia, los costos totales han sido reservados por “causas de seguridad nacional“, algo que no abona a la certeza de que sean obras que de verdad aporten al desarrollo nacional.

Pero quizás no será necesario esperar tanto para saber cuánto fue el costo para los mexicanos de una obra magna de la que tardaremos años, o quizás décadas en saber si de verdad fueron factor de impulso para el desarrollo del país.

Por ejemplo, en el caso del Tren Maya, para el cierre de 2024 el proyecto habrá consumido 511.2 mil millones de pesos considerando el nivel de precios proyectado, lo que representa 3.3 veces los 156 mil millones de pesos presupuestados originalmente, de acuerdo con cálculos del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).

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La refinería de Dos Bocas terminará costando entre 16 mil y 17 mil millones de dólares, el doble del presupuesto original de 8 mil millones de pesos, esto lo reconoció el año pasado nada más y nada menos que el propio secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O.

Y si hablamos del AIFA, el aeropuerto que sustituyó al NAIM, cuyas obras ya iniciadas y con proyecto firmado fue desechado por esta administración, se hablaba de un costo inicial de 75,000 millones de pesos; pero la estimación realizada por el finado Carlos Urzúa, quien fuera el primer secretario de hacienda de este gobierno, ubicaba dicho costo en alrededor de 130,000 millones.

La historia nos dice que las obras magnas no son el factor de impulso económico, no al menos por sí solas. Está demostrado que la inversión pública y privada en sectores estratégicos es el determinante, inversiones que, por cierto, no están en el porcentaje adecuado desde hace al menos 30 años.

Con el inicio de un nuevo gobierno en octubre próximo, quizás valga la pena reflexionar si se acaba con la moda de construir obras magnas para que el mandatario, en este caso la mandataria, sean recordados, y se privilegie el impulso de la inversión público-privada como factor de desarrollo nacional.

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