El campo mexicano, solo ante el peligro del COVID-19
Antes de la disrupción económica del COVID-19, en México se eliminaron programas que daban certidumbre al campo para incrementar la producción, financiamiento y comercialización.
El sector crecerá más que la economía en su conjunto, pero menos que en años pasados, debido a una contracción en la demanda internacional y nacional de productos alimentarios por una recesión global como consecuencia del Coronavirus o Covid-19, que se ha esparcido a 171 países, entre ellos Estados Unidos, el principal mercado de las exportaciones mexicanas; y el desplome de los precios del petróleo. Los productores mexicanos deberán tomar medidas que mitiguen los riesgos financieros, operativos y sanitarios.
El panorama para el sector agroalimentario, uno de los motores económicos de México, luce complejo y adverso en 2020. Si bien se espera que siga creciendo a un ritmo mayor que la economía en su conjunto, será menor que los años anteriores, debido a una contracción en la demanda internacional y nacional de productos agroalimentarios por la recesión global como consecuencia del Coronavirus o Covid-19, que surgió en noviembre del año pasado en China y que se ha esparcido a 171 países (hasta el 20 de marzo), entre ellos Estados Unidos, el principal mercado de las exportaciones mexicanas; así como por el colapso de los precios del petróleo.
Y es que esta crisis ha generado un incremento en la volatilidad de los mercados financieros y ha aumentado el estrés de crédito, según S&P Global, que en marzo pasado estimó que el PIB mundial crecerá entre 1 y 1.5% durante este año.
Pero eso no es todo: los productores mexicanos del campo también tendrán que enfrentar retos derivados de la falta de bienes públicos que el Gobierno Federal está dejando de brindar, entre ellos: información del sector agroalimentario; seguridad e innocuidad alimentaria; defensa de los intereses comerciales internacionales; inteligencia de negocios y apertura de nuevos mercados; y esquemas de ordenamiento e instrumentos que den certidumbre al ingreso y la comercialización.
A esto habrá que sumar los recortes presupuestales al sector, ya que el gasto programable se enfoca en funciones de desarrollo social, desarrollo económico y actividades del gobierno. El presupuesto del Programa Especial Concurrente para el Desarrollo Rural Sustentable (PEC) 2020 tuvo un decremento de 12,200 millones de pesos (mdp) contra el aprobado en 2019. Las secretarías que tuvieron recortes dentro del PEC fueron la de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) por 17,858 mdp; Desarrollo Agrario y Territorial por 6,133 mdp; Entidades no Sectorizadas por 2,182 mdp; Economía por 967 mdp; de Medio Ambiente y Recursos Naturales por 965 mdp; y Trabajo y Previsión Social por 35 mdp. En cambio, las Secretarías de Bienestar, Salud y Hacienda y Crédito Público tuvieron un incremento global por 12,276 mdp.
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“El cambio en la trayectoria de las políticas públicas no significa una crisis para el sector en el corto plazo, pero sí una erosión de lo fundamental de la economía del sector agroindustrial que, de continuar, puede generar efectos no deseados, como: pérdida del estatus fitozoosanitario; desarticulación de la cadena de suministro de grano; contracción del crédito al sector; disminución de la inversión de capital; retraso en la adopción de nuevas tecnologías, entre otros”, explica Juan Carlos Anaya, director general del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA).
Y es que, subraya, se han elimiando programas que daban certidumbre al campo para incrementar la producción, el financiamiento y la comercialización. “Esto debe cambiar; de no hacerlo corremos el riesgo de perder los logros alcanzados y registrar un aumento en las importaciones”.
Y, por último, el cambio climático, cuyos efectos se empezarán a sentir en 2020. Se estima que México producirá 275.3 millones de toneladas métricas ™ de productos agroalimentarios, lo que representará una reducción del 2.5% por dicha causa, pese a haber registrado una cifra récord en dicho sector durante 2019, con 285.5 millones de tm.
Ante dicho panorama, Anaya subraya que es necesario promover políticas públicas que den certidumbre e incentiven a un sector estratégico, pero poco valorado, pues durante este año México podría ocupar el 9º sitio como productor agropecuario y el 8º como exportador, a escala mundial, con un nivel de seguridad alimentaria de 101.7%.
Exportaciones, el gran salvavidas
A pesar de la coyuntura mundial tan complicada, Anaya espera
que la balanza agroalimentaria registre un superávit de más de 10,000 mdd,
mientras que las exportaciones crecerían 5%, equivalente a 39,300 mdd,
manteniéndose como el tercer sector exportador a nivel nacional, solo por
debajo de las manufacturas y automotriz, pero por arriba de las remesas,
petróleo y turismo. La razón, las personas tienen que alimentarse y más en una
crisis como la que se está viviendo, donde la gente se tiene que aislar para
contener la pandemia.
Cabe destacar que desde la apertura comercial del TLCAN se han incrementado las exportaciones en 793% y en los últimos cinco años la balanza ha sido positiva. En 2019, las exportaciones sumaron 37,400 mdd, de los cuales 30,000 mdd (80%) correspondieron a ventas al mercado de EU. Hasta antes de la propagación del Covid-19, se esperaba que la inercia de las exportaciones llevara a alcanzar un superávit de más de 10,300 mdd en 2020.
El campo mexicano exporta grandes volúmenes de frutas, hortalizas, cerveza, tequila, mezcal, azúcar y bovinos hacia EU e importa principalmente granos, oleaginosas, lácteos y cárnicos de nuestro socio comercial. Existe una gran vinculación entre ambas economías, la cual fue perfeccionada y regulada por el TLCAN y el trabajo de 25 años entre las partes.
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Un inicio alentador
Las ventas al exterior del sector agroalimentario mexicano tuvieron un buen arranque, al alcanzar 3,116 mdd en enero pasado, lo que significó un crecimiento de 6.3%, en comparación con el mismo mes de 2019; mientras que el valor de las importaciones sumó 2,346 mdd (un avance anual de 3.7%). De esta forma, el sector inició el 2020 con un superávit de 770 mdd, nivel superior en 15.3% al registrado en el mismo mes de 2019.
En el primer mes del año, la cerveza se colocó nuevamente en primer lugar, con 343 mdd con una tasa anual de 4.6%. El tomate en segundo lugar con un valor de 266 mdd. El aguacate en tercer lugar con 248 mdd, con un aumento anual de 11.1%.
Mientras que las berries obtuvieron el cuarto lugar, con un valor de 188 mdd, 12.4% más que el reportado en el mismo mes de 2019. Por su parte, el valor de exportación de bovino cayó a la quinta posición con 180 mdd y el tequila se ubicó en sexto lugar con 148 mdd y un crecimiento anual de 39.6%.
No obstante, GCMA estima que el volumen de producción del campo en 2020 alcanzará 275.3 millones de toneladas, lo que representa una disminución de 2.5% respecto al cierre estimado de 2019.
“La caída se debe a menores rendimientos por hectárea en los cultivos agroindustriales, forrajes y granos, ocasionados por situaciones climáticas adversas” explica Anaya, director general de la firma de consultoría de mercado agrícola.
Pero no todo es negativo, ya que, pese a la disminución del volumen de producción, su valor crecerá 4.9% en 2020, al sumar 65,200 mdd, equivalente al 7% del PIB, del cual el 68% provendrá del sector pecuario y hortofrutícola.
El valor de la producción del campo en 2020 se estima alcanzará 35,900 mdd, un incremento del 3.2% respecto al valor de 2019, el cual se explica por un aumento en los cultivos agroindustriales y hortofrutícolas. Para el sector pecuario se estima un valor superior a 29,300 mdd, lo que significará un incremento del 7% respecto del año anterior.
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T-MEC, ¿ventaja o amenaza?
La renegociación del Tratado de Libre Comercio en el capítulo agropecuario no fue tan álgida como otros apartados del acuerdo, lo cual tiene mucho sentido, ya que EU es el principal proveedor de granos en el mundo y México es el mayor importador de maíz amarillo, con 16 millones de toneladas anuales (cierre estimado 2019) y un valor estimado de importaciones de granos y oleaginosas cercano a los 5,000 mdd anuales.
Sin embargo, señala Anaya, la preocupación para el campo es la lectura armónica de todos los capítulos del nuevo tratado, en el cual se observa que las reglas de cuidado al medio ambiente y responsabilidad social podrían convertirse en barreras técnicas de comercio internacional para productos como aguacate (derivado de la deforestación) o de la pesca (sobreexplotación de las pesquerías).
Asimismo, agrega el director general de GCMA, el capítulo laboral hace patente la eliminación del trabajo infantil y el cuidado al trabajador, que podrían desatar paneles sobre las condiciones de los trabajadores agrícolas nacionales. “La modernización del Tratado de Libre Comercio era necesaria; sin embargo, los términos negociados generan amenazas para el sector exportador agroalimentario de México por incidentes ambientales, cumplimiento de acuerdos laborales e instancias para solucionar controversias”.
Esto, indica Francisco de Rosenzweig, socio administrador y director del área de Energía, Infraestructura y Financiamiento de Proyectos y de Comercio Internacional de White & Case, en la oficina de México, no es negativo; simplemente obliga a los productores y exportadores a tener mayor cuidado en el cumplimiento de estos acuerdos.
En ese sentido, Anaya asegura que México debe liderar las políticas públicas del medio ambiente, sustentabilidad y reducción de efectos del cambio climático.
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